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Review Pan Am: Pilot

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Nueva York, 1963. El Clipper Majestic, el más lujoso de los aviones de Pan American World Airways, se dispone a realizar su vuelo inaugural con destino Londres. En tierra, la tripulación ultima los preparativos: los pilotos comprueban que todo esté en orden y un grupo de bellas azafatas ajustan sus fajas, retocan sus uniformes y colocan sus sombreros. A bordo: lujo, confort y un sinfín de historias interesantes para hacernos el viaje más agradable. Estamos en la Jet Age y la vista a 35.000 pies de altura no puede ser más prometedora. Pan Am es una grata sorpresa en el mundo de los estrenos de otoño. Ambiciosa y cuidada, el nuevo drama ABC se presenta como una de las series a tener en cuenta este curso. ¿Te vienes a comentar el piloto?

Un Mad Men de pilotos y azafatas… Dios sabe cuántas veces habremos leído esta frase referida a Pan Am. Cargar con una comparación así es un handycap que pocas series pueden superar. Visto el primer capítulo, la impresión que tengo es que lo único que tienen en común es el espacio temporal y una cuidadísima estética. Para empezar, el ritmo de una y otra serie son prácticamente opuestos. Mientras que en Mad Men cuesta entrar, los minutos iniciales de Pan Am invitan a sentarse, abrocharse el cinturón y disfrutar del viaje.

Pan Am engancha por muchos motivos, entre ellos, un guión con potencial, personajes bien construidos y, sobre todo, bien presentados mediante flashbacks que muestran sólo lo justo y necesario. Una banda sonora acertada y una ambientación bastante lograda completan los ingredientes de la fórmula del éxito. Quizá el punto débil de Pan Am sean algunos decorados y efectos que, en ocasiones, parecen dibujados con Paint pero, de momento, se lo vamos a perdonar.

Empecemos por el final. “No son conscientes de que son una nueva raza de mujer, sólo tomaron el impulso de echar a volar”. Esta frase del copiloto Ted Vanderway (Michael Mosely) al capitán Dean Lowrey (Mike Vogel) en la penúltima escena, describe a la perfección el espíritu de Pan Am. Las protagonistas son ellas: Un equipo de azafatas que, por diferentes motivos, están llamadas a acabar con el rancio rol femenino de madre abnegada y amante esposa, para convertirse en mujeres inteligentes, independientes, transgresoras y conocedoras de mundo. Todo antes de comprometerse en matrimonio o cumplir los 32. Ellas son Maggie Ryan (Cristina Ricci), Colette Valois (Karine Vanasse) y las hermanas Laura (Margot Robbie) y Kate Cameron (Kelli Garner).

Maggie Ryan es el sobrecargo del vuelo. Bohemia, rebelde y con inquietudes políticas e intelectuales, se hace azafata de Pan Am para ver el mundo antes de cambiarlo. En el primer episodio la vemos llegando a su puesto de trabajo el el último minuto para sustituir a la desaparecida Bridget Pierce, de la que hablaremos más adelante. Maggie ha tenido algún que otro problema por no llevar su faja adecuadamente oculta bajo el uniforme azul. A pesar de estar interpretado por la cara más conocida del cast de Pan Am, el de Maggie es el más insulso de los personajes principales. Colette, en cambio, es mucho más interesante.

Colette Valois es la parte europea del equipo. Francesa, encantadora y sexualmente liberada, parece haber hecho del carpe diem el leitmotiv de su vida. En el vuelo inaugural del Majestic, se reencuentra con John, un viejo amante, acompañado de su esposa y su hijo. Un flashback a la escena de seducción mejor construida de las que he visto últimamente, completan el retrato de Valois: una mujer que sabe lo que quiere y, además, sabe cómo conseguirlo. Colette, sin embargo, no debe olvidar que ceder a los deseos, a veces, tiene sus consecuencias. Una esposa cabreada, es la consecuencia del affaire de Colette. El dibujo de un niño y el sentimiento de culpabilidad y reprobación que lo acompañan, le servirán de recordatorio para futuras aventuras. Me intriga saber cómo se enfrentará la azafata a los comentarios que, con toda probabilidad, generará su comportamiento. Una mujer como ella, que es como es y no se avergüenza, era poco común en aquella época.

Seguimos con las hermanas Cameron. Kate y Laura no tienen una relación fraternal demasiado fluida. Eternamente comparada con la cándida, dulce y perfecta Laura, Kate decide enrolarse en la flota de Pan Am a pesar de la oposición de su madre. Una forma de salir del oprimente mundo que parece ser su hogar y conseguir encontrar su lugar y misión en el mundo. Kate es el personaje que, a priori, tiene la trama más jugosa de todas. En el primer capítulo, se reúne en Roma con Richard, un agente de los servicios secretos de Estados Unidos, que le ofrece trabajar como espía para ellos en plena Guerra Fría. Es el tipo de aventura con la que lleva soñando toda su vida. La adrenalina recorre el cuerpo de Kate cuando recibe su primera misión en el aeropuerto de Nueva York pero un pequeño contratiempo va a nublar su gran día: Su hermana Laura está en el mismo equipo que ella.

Laura Cameron es lo opuesto a su hermana, es decir, el orgullo de su familia. En el flashback, la vemos a punto de tener una boda perfecta de la que huye en el último minuto para seguir los pasos de su hermana como azafata. “No necesito un cachorrito perdido”, le dice Kate a bordo del Clipper. La idea de que su hermana Laura pueda robarle sus sueños, en concreto el de ser la protagonista de algo, hace saltar todas las alarmas de Kate. En las tres semanas que Laura lleva siendo azafata de Pan Am ya se ha convertido en el centro de todas las miradas, en una chica de portada, la de la revista Life concretamente. Laura es ahora el rostro de Pan Am y aunque parece querer huir de su imagen perfecta a toda costa, algo me dice que no va a resultarle sencillo.

Siguiendo con Kate, su primera misión para el servicio secreto, manipular el pasaporte de un pasajero ruso de primera clase, se le hace cada vez más complicada pero consigue completarla gracias al bello rostro de Laura. La reconciliación entre las hermanas se vuelve posible cuando Kate comprueba que tener a Laura cerca puede resultarle útil.

Ya en Londres, asistimos a los minutos finales del capítulo. Un final tan bien construido como el inicio y que gira en torno a un nombre, el de Briget Pierce (Annabelle Wallis).

En el hotel, Kate se entera de que su primera misión ha sido, en realidad, una prueba, de que el hombre cuyo pasaporte debía manipular, no es un espía ruso sino su contacto, Roger Anderson (David Harbour), agente del MI6. Descubre, también, que es Bridget Pierce quien la ha recomendado para el puesto, un trabajo que ella misma desempeñaba y que, por algún motivo, ha tenido que abandonar. Entretanto, el capitán Dean Lowrey, enamorado de Bridget hasta la médula, trata de encontrarla sin éxito. Durante el capítulo vemos que la complicada historia de amor de Dean y Bridget viene de lejos. Dean alberga la esperanza de que Bridget haya aceptado la proposición de matrimonio que le hizo en Bahía Cochinos y que ese sea el motivo de su renuncia como sobrecargo de Pan Am. Lamentablemente, en el apartamento de Pierce Dean sólo encuentra una rosa blanca y la insignia de Pan Am que simbolizaba su proposición de matrimonio, ahora rechazada.
Una escena redonda, con una ambientación musical impecable, que combina una y otra historia de forma magistral y crea en torno a Bridget un halo de misterio y peligrosidad muy atractivo. Su imagen en la ventana, observando la vida que está a punto de dejar atrás, nos deja con la intriga de saber qué es lo que le ha pasado. Sin duda, Dean no parará hasta descubrirlo y nosotros lo haremos con él.


Al acabar el episodio no sabría decir si Pan Am es una serie de aventuras, si nos explicará una historia de espionaje e intrigas, si se convertirá en un retrato costumbrista de la América de los 60 o si se centrará en los escarceos amorosos de tal o cual personaje. Porque Pan Am puede ser todo eso o, horror, puede quedarse en nada si no combina adecuadamente las historias.

De momento, volvemos a la escena del bar, donde una nueva raza de mujeres mira hacia el futuro de forma optimista. En palabras de Colette: “Mañana despega otro avión hacia un sitio nuevo. Los errores de hoy, desaparecidos. Su único rastro, un toque más de sabiduría”. Yo estoy deseando ver cuál será el próximo destino, esperemos no tener que saltar por la ventanilla de emergencia. ¿Y vosotros qué decís? ¿Subís a bordo?


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